«El Hijo del Hombre se marcha a la guerra,
Para ganar una corona de oro;
Su bandera, roja como la sangre, ondea a lo lejos…
¿Quién le sigue los pasos?»
¿Quién le sigue los pasos?»
(The Man Who Would Be King, Rudyard Kipling 1888)
A comienzos del 326 aC Alejandro no cruzó el paso de Khyber, puerta al Hindu Kush. Pudo haberlo hecho, pero decidió marchar al norte, ascendiendo el valle del Kunar (hoy el río Euas, entre Afganistán y Pakistán). Protegía el avance de las tropas de Pérdicas y Hefestión, quienes tomaron Peucelaotis y prepararon el paso del río Indo. Alejandro asoló las montañas septentrionales del reino de Gandhara. Arigaion, Massaga y Bazira conocieron su ira. La población atemorizada se congregó en la fortaleza cumbre de Aornos. Nada quedó tras el asedio. Allá en las nubes.
Después, ya en abril, el conquistador dejó el valle del Swat y entró victorioso en la capital, Taxila. Sin oposición. Se le rindió homenaje y pudo descansar.
Fue semanas antes del ataque a Massaga. Acuphis, rey de Nysa había acudido a nuestro campamento a presentar sus respetos. Nos pusimos en camino, subimos el curso del Kunar, y tras escasas jornadas de dura marcha llegamos a aquella ciudad, antaño fundada por Dionisos. Los habitantes de Nysa en seguida nos convencieron: eran descendientes de los primeros seguidores del Dios. Alejandro les honró organizando una gran bacanal a los pies de El muslo de Zeus, las altas cumbres del monte Meros. Días después, arrasamos el valle de Soastus, y desde allí proseguimos hasta alcanzar las orillas del Indus.
Alejandro y parte de su
hueste pudieron haber contemplado las alturas del Tyrich Mir (7960 mts). Ya antes, el estratega se había desviado a la ciudad de Troya o al oasis de Siwa, inexplicables altos en su imparable camino de conquista. A la luz de nuestra mirada moderna, actos caprichosos, más propios de la juventud y la egolatría, que de la racionalidad bélica. Sin embargo, podemos pensar que los pasos de Alejandro le llevaron a través de un mundo aún encantado -prekantiano-, una realidad en la que hombres, dioses y naturaleza conformaban un mismo continuo, un plano de existencia total del que también formaban parte las altas cumbres del Hindu Kush.
Y algo después, otros atinaron a seguir nuestros pasos...
«Esta Contrata entre yo y tú poniendo a Dios por testigo… Amén y etc.Uno. Que yo y tú resolveremos este asunto juntos; i. e., ser reyes de Kafiristán.
Dos. Que yo y tú, mientras este asunto se resuelve, no tomaremos nada de Alcohol, ni a ninguna Mujer negra, blanca o morena, y así no nos mezclaremos nocivamente con el uno o la otra.
Tres. Que nos conduciremos con Dignidad y Discreción,y si uno de nosotros tiene problemas, podrá contar con el otro.
Firmado por mí y por ti en el día de hoy.
Peachey Taliaferro Carnehan.
Daniel Dravot.
Ambos caballeros sin domicilio estable»
John Huston supo recrear en 1975 el famoso cuento de Kipling. Los protagonistas estelares del film, Sean Connery y Michael Caine se encuentran en esta obra de subgénero colonial y dan vida a la pareja de buscavidas perdedores que se aventuran en el remoto Kafiristan de finales del XIX. Nuevamente es en las tierras altas, donde nos reencontramos con este hermoso canto al ser humano. Allí, entre el idealismo y la codicia, emerge la amistad.
En fin, la deriva me llevó a Kafiristan, al país de los paganos, a sus últimos valles aún no islamizados, montañas habitadas por gentes que se dicen descendientes de grecomacedonios allí llegados en compañía de Sikander. Son los Kalash, los últimos kafires. Hoy subsisten protegidos por el gobierno de Islamabad, pues su reclamo turístico es una importante fuente de ingresos para Pakistan. Ya casi no quedan rincones.
Para seguir derivando:
- Sobre el Kafiristan inmediatamente anterior a la conquista islámica: The káfirs of Hindu-Kush. Estudio antropológico de los Kafires publicado en 1890 por el coronel George Scott Robertson. http://www.archive.org/details/kafirshindukush00robe
- De Alejandro Magno: In the Footsteps of Alexander the Great. Serie documental realizada por la BBC en 1998. (en youtube sin problemas)
- El hombre que quiso reinar, de Rudyard Kipling por el gran Alberto García
Bien, ahora me voy a recoger que pronto vendrán Mario y Bruno!
