Antes de la llegada de Cortés, las canteras de la Isla de Xaltocán alimentaban de piedra caliza a la gran ciudad mexica de Tenochtitlán. Situada sobre el eje neovolcánico que disecciona México transversalmente, el Lago de Xaltocán fue definitivamente desecado a principios del XX.
Durante el s XV dC los mexicas moraban la isla. Decían haberse asentado allí tras venir de muy lejos, de la cuna de los azteca, la tierra de Aztlan.
De Xaltocan parte el Azteca que protagoniza la famosa novela histórica de Gary Jennings. Publicada en 1980, recrea el colapso de la civilización autóctona ante el impacto colonial: ritos, costumbres, pueblos, intrigas políticas...
Otoño Azteca, del mismo Jennings, es desde diversos puntos de vista una obra terminal: por su fecha de publicación (1997, sólo dos años antes de la muerte de su autor), por su nula calidad narrativa y por la época que acoge la ficción (estertores nativos durante las primeras décadas de la colonia). Con todo, la saga finaliza con una ventana que se me ha antojado sugerente:
Caminé hacia el norte. Tras superar las tierras de los hombres-perro, los salvajes chichimecas, me adentré en los desiertos de la actual Sonora. Allí establecí contacto con algunos de los pueblos más septentrionales del tronco Uto-Azteca y arribé al valle del río Yaqui. Por suerte, había llegado medio siglo antes del establecimiento de los primeros jesuitas. Ópatas, mayos y yaquis aún señoreaban sus tierras. Libres, bailaban la danza del venado y la danza de los coyotes.
A finales del XIX los yaquis fueron arrasados por las tropas de Porfirio Díaz. Muchos cruzaron a Arizona. Sus descendientes forman hoy parte del movimiento indigenista mejicano, y junto con otros movimientos chicanos, se reivindican políticamente en el magma de las minorías étnicas estadounidenses.
Bandera Yaqui
Mi amigo Tenamatxli, hijo de Mixtili,
contempla como tus aspiraciones en parte siguen vivas, pues La Voz de Aztlan resuena, ahora en la red.
En las proclamas, pueblos de uno y otro lado de la frontera se unen al fin, soberanos bajo la República del Norte:
"Abajo el Tratado de Guadalupe-Hidalgo!!"
Mas tú sabes, Tenamitxli, que en el camino a Aztlan, ida y vuelta son violentas. ¿Acaso merezca la pena el duro viaje?
Y la deriva me llevó a la nueva Aztlan: http://www.aztlan.net/