Ventanas de hospital, en apariencia vistas similares casi
idénticas, como el pasar de los días y las largas noches de esta semana en
familia, entrando y saliendo, subiendo y bajando, preguntando y esperando,
mirando más allá de los vidrios y pensando más acá del día a día, mientras en
las tripas se remueven dolores y energías, recuerdos y esperanzas, ilusiones y
miedos.
belviCHe lo conocí con la ché bellota del reseco deje de mi abuelo José, desde su huerto ocupado junto a la carretera enmedio, o en la panorámica al bajar laCatólica cogidito de la mano de mi abuela la Blasa. Siempre al fondo los altos bloques, recortando el cielo de aquel Hospitalé de finales de los '70.
Y hoy paseo por Bellvitge, pisando el extrarradio de mi mapa
memorial. Lo hago y me maravillo de la radicalidad cotidiana que seguimos
compartiendo en su manifestación menos glamurosa, en ese apiñamiento denso, en
ese juntarnos ante las dificultades reales que van surgiendo a la familia en el
pasar de los años. Monstruoso y dual, edificios y residencia, comprendo que en su patético gigantismo resonaban nuestras propias trayectorias
migrantes. Lo macro es lo micro.